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Artículo
Enferm. anest.-reanim. ter. dolor (Internet) Vol.5 nº2 2020 / ISSN: 2529-9670
Autora: Higón Bellverde, N.1
1. Jurista, politóloga y escritora, pero no mucho. Paciente enfermedades raras.
contacto: @nh487
Tratamos al dolor como signo intrínseco a la secuela y precuela del vivir. Anudamos nuestros miedos a él, pero también nuestras pequeñas victorias. Somos sus pequeños vástagos marcados ya de por vida con una vida que vivir. Ungimos de culpabilidad lasciva a todo aquel que jamás ha hablado del dolor infundado. Le cantamos nanas al oído, y lo mecemos en la cuna del naufragio.
Dolor, perro fiel que jamás abandona.
Dolor, compañero de viaje, de despegue y aterrizaje.
Dolor mudo que nos hace convertirnos en ventrílocuos de su propio devenir, implacable como el muro de Berlín antes de su caída, y con fisuras cuándo por fin era posible la huida. Dolor que inspira, dolor como melodía de cualquier sonrisa fingida. Dolor como el tiempo que gira al revés en un reloj de cuco, y que con cierta periodicidad nos susurra al oído que sigue ahí, inamovible. Dolor como epitafio cada 31 de diciembre, y dolor como prólogo del año que vendrá.
Algunos dirán que del dolor se aprende, y puede que esto sea cierto, pero no del todo. Del dolor se aprende, pero las rejas que se forjan alrededor de nuestro templo son jaulas que nos lastran el volar.
Así que no vanagloriéis al dolor. No lo hagáis comercial, ni habléis de él en vano. Tampoco lo subestiméis. El dolor no se ahoga en un vaso de cerveza, ni flota con las dudas que profeso día a día. El dolor cala los huesos y los besos. El dolor pervive más allá del paso del tiempo, nos recuerda que la inmortalidad es algo propio de dioses que no existen, al menos, en mi cabeza.
El dolor vive, late contigo y por ti. El dolor vuelve, aunque tú hayas decidido marcharte, porque es alérgico a cualquier adiós. El dolor es impaciente, egoísta y si intentas ignorarlo grita hasta que solo lo oyes a él.
El dolor es compañero de vida, y de juegos en la niñez. Es la tumba que cavamos día a día para que en algún momento podamos descansar. El dolor es la musa de varios poetas, el sin fin de recuerdos que a veces, sí se olvidan, el llanto desconsolado de una vida despidiendo a otra vida, el gemido mudo al que nadie hace caso, pero no olvida. El personal, subjetivo e irreverente castigo que se impone como peaje a cambio de que nuestro sístole y diástole se sigan amando.
Dolor del que nadie habla, pero que es nuestra pareja de hecho sin haber pasado por ningún altar.
Dolor como sinónimo de rabia, dolor hambriento de gritos, de lágrimas y de verdad. Dolor que hay que contar, para reivindicar su existencia en esta sociedad. Porque sí, porque el dolor existe, y es compromiso de todos el hacer del mismo un lugar mejor en dónde poder trazar camino.
Dolor, como compromiso solemne con nuestra sanidad. Dolor como esperanza puesta en todos vosotros, en que algún día nos podías devolver lo no vivido.
Mis ojos cohabitan con el dolor, ¿y los tuyos?
Noah Higón Bellverde